Inmaculada Langa
Cocido madrileño, bocadillo de calamares, patatas bravas, chopitos, ganillejas, barquillos y… chocolate con churros. Este último plato de la gastronomía madrileña aúna la dulzura amarga del chocolate con los aromas salados y aceitosos del crujiente churro. Llegan las Navidades, las compras, los paseos por el centro y apetece un “chocolatito con churritos” para completar el día.
Tomarse un chocolate con churros es una costumbre ligada a Madrid (la ciudad española donde más se consumen), pero existe la idea de comenzó a consumirse en Cataluña o incluso que fueron los árabes los que trajeron tradición a la península. Ni siquiera la Asociación Provincial de Empresarios de Churros de Madrid, que ha investigado sobre el presunto origen, ha logrado esclarecer el asunto. Si se sabe que el chocolate comenzó su andadura acompañado de bizcochos, picatostes y migas hasta llegar a los churros. Desde el siglo XIX ya era en Madrid una costumbre tan popular como los claveles de los chulapos.
Es el mejor manjar para combatir el frio o simplemente para alegrar al paladar. En el desayuno para empezar bien el día, en la merienda para los peques de la casa o de madrugada para los noctámbulos tras una noche de fiesta. Sin olvidar la popular tradición de degustarlos en Año Nuevo, en la madrugada del 1 de enero.
Las cosas claras y el chocolate espeso
Desde que llegó de América el chocolate causo sensación en la población española. Presentado en tartas, bombones o tabletas es un alimento delicioso y altamente nutritivo. Considerado como afrodisiaco, el comer chocolate puede reducir el colesterol y el nivel de triglicéridos, además de la tensión arterial y el riesgo de infarto, ayudando a prevenir enfermedades cardiovasculares por su contenido en quercitina.
Del chocolate han escrito autores como Pérez Galdós, Blanco White o Fernán Caballero entre otros, siendo citado en coplas, refranes, novelas por entregas, tratados médicos…
En Madrid se trata de una de las bebidas más típicas. Espeso, haciendo referencia al dicho, es la forma más popular de consumo. En el mercado existen diferentes chocolates para tomar en cualquier momento, calentándolos en el microondas o preparándolos en cuestión de minutos.
Un caprichoso alimento en el que sus formas y sabores se están renovando constantemente, haciendo que el gusto por el chocolate no tenga límites.
¿Churros o porras?
Denominados antiguamente “churros verbeneros”, por ser habituales en las verbenas, también se pueden mojar en café o anís. Harina, leche, agua, huevo, sal y abundante aceite. El secreto para hacerlos bien está en su masa. El azúcar lo pone uno mismo.
La variante de los churros son las porras. Elaboradas con una masa semejante, llevan bicarbonato (hace la función de la levadura) y una mayor cantidad de agua (más fría que la de los churros), para que sean más esponjosas.
Si andamos justos de tiempo o no queremos marchar la cocina, pueden comprarse en el mercado churros y porras congelados. Una forma más rápida y cómoda para degustarlos, donde ya vienen listos para freír.
San Ginés
Entre las calles Arenal y Mayor se encuentra la Chocolatería San Ginés (Pasadizo de San Ginés, 5), fundada en 1894, coronándose como uno de los sitios más populares para degustar el chocolate con churros. Su apertura hasta altas horas de la noche atraía por aquel entonces a vividores, noctámbulos, intelectuales y juerguistas, así como a numerosos artistas, actores de cine y teatro, poetas y escritores, que encontraban aquí un punto de encuentro.
Su situación junto a la Iglesia de San Ginés y el Teatro Eslava hacen que se convierta en un punto de encuentro en el que degustar su famoso chocolate con churros. Para tomar allí o para llevar a casa, el lugar evoca a las antiguas chocolaterías con los espejos de sus paredes y las mesas de mármol. La ración de churros está en torno a 1’20 y si va acompañada de chocolate 3’50 euros.
En Luces de Bohemia, Valle-Inclán sitúa la Buñolería Modernista aquí, en la noche en la que Max Estrella es detenido ebrio para llevarlo a los calabozos del Ministerio de Gobernación en Arenal 11. Una placa en la fachada recuerda la mención del novelista de la Generación del 98.
Expansión churrera
Un empresario japonés compró la receta de los churros al famoso local madrileño e importó el típico producto para el local que inauguró el pasado abril, “San Ginés Tokiota”, situado en Center Gai, la zona de comercio y ocio del moderno barrio de Shibuya, Tokio. Por un precio de 640 yenes (5,80 euros) puede degustarse un chocolate o un café con su respectiva media docena de churros. Abierto desde las 11 de la mañana hasta las diez de la noche.
Fritos en aceite de girasol, como en Madrid, respetando al máximo la textura y el sabor del churro, no sucede lo mismo con el chocolate, que para amoldarse al paladar japonés tiene un toque más dulzón.
Esperan que la idea cuaje sobre todo entre los más jóvenes del lugar, con novedades que no existen en las churrerías españolas como churros de colores: verdes, rosas, azules o amarillos, dependiendo del glaseado y chocolate multicolor elegido. Por 1,40 euros puede comprarse su producto estrella, churros con forma de corazón.
En El Cairo, “El Churro”, será el primero de diez establecimientos que se abrirán a lo largo del 2011 de la mano de un empresario egipcio. La anécdota del asunto es que allí los churros son conocidos como ‘donuts españoles’. Irán acompañados de chocolate negro, blanco o dulce de leche argentino.